Capítulo
2: Una extraña situación
Antes de golpear la puerta, decidí escuchar:
-¡Pero cómo se atreve a decirme una cosa así!
-Bueno, no se enoje, ahora yo le voy a buscar a
alguien…
-Ahora nada…
Se siente que golpea un vaso contra la mesa.
En ese momento, Michel junto a Pierre se despiden de
la habitación.
-¿Usted estaba escuchando?- pregunta el señor.
-No, para nada, solamente estaba “espiando” lo que
pasaba con esta situación
-Se hace la graciosa, usted.
-Perdón, soy una dama…
Michel, junto a su criado, se marcha empujándome con
torpeza hacia el coche comedor.
Me quedo parada esperando que se retiren, para luego
investigar su habitación. Abro la puerta y todo estaba en orden, el vaso en su
mesa, la cama hecha y su ropa doblada. Lo que me interesaba eran unos papeles
que estaban tirados por la cama. En ese momento entra Nicholas.
-¿Necesita algo usted?
-Si, una pregunta, nada más.
-Siga.
-¿Michel y Pierre se quedaron desde después del
desayuno hasta ahora adentro de esta habitación?
-Creo que sí. Yo los vi en el coche comedor a las
diez y media, luego se dirigieron hacia esta habitación.
-Ah, muchas gracias Monsieur.
-¿Quiere que lo deje solo?
-Si, no se ofenda.
-No…
-Ah, un último favor…
-¿Si?
-¿Me podría llamar a Moreno? Y que venga solo.
-Como usted diga.
- À bientôt.
Mi amigo no tardó en llegar.
-¿Qué pasa? ¿Se siente mal? ¿Por qué está en la
habitación de Míster Michel?
-Eh… ¿tantas peguntas?
-Nicholas me avisó que lo necesitaba rápido.
-No, resulta que cuando vuelvo del coche comedor, el
cuidador del pasillo se encontraba en mi habitación. Desesperado me explicó que
en esta suite se escuchaban ruidos y gritos. Salí al pasillo y me quedé
escuchando. Michel estaba con su secretario Pierre y le decía que como se
atrevía a hacerle eso. Y luego su ayudante, le contestó diciendo que si quería
le llamaría a alguien para que hablara con él. El señor se retiró de su
habitación, me preguntó que estaba haciendo. Yo contesté lo que mis células me
decían. Luego se fue al coche comedor seguido por Pierre, cuando se retiró me
chocó con torpeza. Esperé hasta que se vayan lejos y entre. Ahora me encuentro
con todas estas cartas.
-Ah, una extraña situación… ¿no cree?
-Yo pienso lo mismo. Un detalle más. Nicholas me dijo
que Michel y su criado no salieron de esa habitación desde el desayuno.
-Muy extraña.
-Quiero saber lo que son estas cartas. Pero no las
voy a abrir.
-Nos podemos fijar la fecha de entrega y de qué país es.
La fecha que indicaba era el diez mayo y del país
Italia. No tenía postal, lo cual que no estaba mandado por correo.
Ya eran las cinco de la tarde cuando salimos de la
habitación. Faltaban tres días en tren, y solo era el comienzo.
Cuando me dirigía hacia la cocina para avisarle al
chef que comería algo liviano, se me acerca Pierre.
-¿Usted que quiere saber sobre mi amo?
-¿Yo?- dije mirando para todos lados.
-Si, usted, no la estoy culpando ni nada, pero si
quiere saber algo, pregunte, tengo toda la tarde y noche.
-Bueno, lo admito, pero yo solo quería saber que
hicieron durante después del desayuno para adelante.
-Solamente asunto de él…
-¿Qué asunto?
-Desde hace unos meses, Michel, recibe cartas de
amenazas, anónimos…
-Sospechoso…
-Sí.
-¿Y por qué tanto escándalo?
-Porque la última carta le decía que estos van a
hacer sus últimos días de vida y que debía deudas.
-Interesante. Muchas gracias. À bientôt.
El joven se retiró. Siendo las nueve y media, sin
entretenimiento, fui a mi habitación a leer.
Luego de leer una hora, me dirigí al coche. Se
encontraban todos reunidos.
-¿Qué pasa?
-Pasa, que, me robaron mi anillo de casada- dijo
Erika, la mujer de Finlandia.
-Pero, ¿cuándo pasó?
- Mi señora dejó el anillo arriba de su mesa de luz,
luego se fue a hablar con Rembrandt, la belga.
-Y usted, Rembrandt, ¿Qué hizo después usted?
-Yo estaba en el coche del bar, cuando llegó Erika,
entonces nos pusimos a hablar de nuestras vidas. Luego ella se retiró y yo me
quedé tomando whisky.
-Erika, ¿Qué hizo luego de tener una charla con su
amiga?
-Después fue hacia mi suite, y ahí me encuentro con
que mi anillo no estaba más- rompe con un llanto.
-Muy interesante. ¿Quién se encontró en el coche bar?
Respondieron Rembrandt,
Ingre, Peter, Erika, Juhani, Kalevi, Per, Terje y Andrea.
-Bien, solamente tengo que interrogar a pocos.
Birgitta, ¿Qué hizo durante las nueve y diez de la noche?
-A las nueve me encontraba en mi cuarto leyendo.
Luego fui al comedor para preguntarle al cocinero si había una aspirina para el
dolor de cabeza. A las nueve y media, fui a hablar con Nicholas porque el chef
me respondió que ese no era su tema, sino que el del encargado del pasillo. A
las diez me tome la pastilla y me encontré con mi esposo, luego vinimos.
-Muy
claro. ¿Y usted. Droff, que hizo?
-Muy
breve, a eso de las nueve estuve charlando con David y Paolo sobre los autos-
los dos rieron- nos fascinan los coches. A las diez menos cuarto fui a ver a mi
esposa porque me informaron que le dolía la cabeza, entonces fui para allá.
Como sentimos ruidos, caminamos hacia acá.
-¿Por lo que tengo entendido, David, se algo de lo
que hiciste entre las nueve y diez menos cuarto, no?
-Pues, sí, en esos cuarenta y cinco minutos charlé
con el señor Droff. Y luego me quedé con Paolo.
-¿Alguien
vio gente en el coche Calais?
Nadie respondió. Era muy claro, Michel fue. Todo
coincidía. El señor tenía deudas. Entonces robó el anillo. No dije nada,
todavía faltaba interrogarlo.
-Bueno, lamento decirlo, pero falta interrogar al
Señor Míster Michel.
-Nadie sabe dónde está- respondió Erika, ya
tranquila.
-Por ahora, no puedo determinar quien fue.- dije.
Moreno, que estaba reunido allí me miró como diciendo, él sabe- Hasta que no
interrogue a Michel, no sabemos.
Me dirigí a una mesa y me senté hasta que me
atendieran. Todos me miraron con cara de que yo no resolvía ningún caso. Pero
luego entendieron y se pusieron a cenar.
Mientras comía tranquila, vino Míster Michel y se
sentó en mi mesa, sin permiso.
-Buenas noches
-¿Permiso?
El silencio se escuchó, perdón se sintió.
-Permiso-dijo y luego siguió- me temo que tiene un
trabajo nuevo- ahora solo bajaba la voz- no culparme a mí por el robo de la
joya.
-Yo soy detective, no juez ni abogada
-Lo sé, pero le pido por favor que no me culpe a mí.
-¿A usted le parece que hace unas horas usted me
trató como si fuese un espía, y ahora usted me viene a decir que no lo culpe?
-dije - Era obvio que usted fue, los que no estaban en el bar cuando sucedió el
robo, ya los interrogué y aparte estuvieron todos juntos. Usted es el principal
sospechoso, por la carta, que necesita dinero para pagar las deudas y porque
fue el único que se quedó en su coche “leyendo”.
-¡Baje la voz! Usted me está insultando-dijo
levantándose
-Yo, no subo la voz, el que está parado frente a mí,
sube la voz.
-Bien, sino quiere ayudarme, está bien.
Yo seguí comiendo como si nada. Todos nos miraban.
Michel se fue avergonzado a su habitación. Los pasajeros que estaban presentes,
empezaron a susurrar al oído.
-Yo sabía que ese tal Michel era ladrón y farsante-
dijo David a Droff.
-Por eso yo protegía a mi esposa- le respondió.
Mientras tanto, el grupo de las mujeres, Rembrandt,
Ingre, Birgitta, Erika y Andrea, comentaban:
-Pobre Pierre, su amo lo debe tratar mal- dijo una
voz dulce
-Capaz que su criado es cómplice de él- respondió
Ingre
-Para mí, no, su secretario parece dulce - reveló
Erika.
Todos hablaban. Yo me paré y todos se quedaron
mirándome. Allí estaba Moreno.
-¿Creés que es Michel?
No respondí. La detective, en este caso yo, nunca
revela nada. Y mis neuronas estaban en funcionamiento. Muchos hechos
sospechosos en un solo día y el viaje recién empezaba.
Fui a mi habitación, eran las doce y media de la
noche, comencé a leer mi novela favorita. A la una de la madrugada, me fui a
dormir. Pero antes, siempre, tengo un vaso de agua en la mesita de luz, porque
se me seca la garganta.
Llamé al encargado del coche Calais (Nicholas).
-¿Qué desea señora?
-Un vaso de agua, por favor
-En seguida
En unos minutos ya estaba tomando el agua. Cerré los
ojos y dormí hasta las cinco de la mañana. Me despertó un ruido que provenía
del pasillo. Me asomé, y nada, Nicholas estaba dormido. Pensé “capaz que fue mi
imaginación, con ese caso del asesinato raro, me puedo imaginar cosas”.
Me dormí pensando en que todo iba a estar bien.
Al otro día sonó mi despertador a las once de la
mañana. “¿Cómo pasó que sonó a las once?” pensé, “¿si yo lo puse a las nueve y
media?”.
Era muy raro. Me dirigí al comedor a desayunar. No sé
si estaba dormido, o fue que estaba pensativo, porque en el coche, de nuevo,
estaban reunidos.
Yo, no me di cuenta y me senté a desayunar dormido.
-¿Señora? ¡Señora!- me despertó Erika.
-¿Qué? ¿Qué pasa?-
me sobresalté
-¿Estás bien?
-Sí. Tuve una
noche dramática.
-¿A usted también le robaron?
-No, ¿por?
-Porque a Birgitta, le robaron su más preciado
tesoro, la máquina de escribir de su tatarabuelo.
-Ah, estamos completitos con los robos.
-Si, ¿y por qué dice usted que tuvo una noche
dramática? Si se puede saber.
-Claro, fue porque a las cinco de la madrugada, más o
menos, sentí un ruido en el pasillo, me levanté para ver que era, y no había
nada, solamente estaba Nicholas durmiendo. Y yo había puesto la alarma a las
nueve y media y sonó a las once. Es muy extraño.
-Comprendo.
Era algo muy raro, el ruido que escuché, la alarma y
los robos. No creo que este robo sea de Michel, él no haría todo esto,
solamente robaría la máquina de escribir y listo. Pero si no fue él, entonces,
¿quién fue? Era claro. Algún cómplice tenía la información de este tren. Sabía
todos los movimientos y la gente rica que se hospedaba.
-¿Alguien escuchó o vio algo raro la noche anterior?
Nadie respondió. En el coche comedor se encontraba
Michel. Raro que él se reúna en una situación de robo.
-Por lo que tengo entendido, nadie se dio cuenta de
nada-dije rompiendo el silencio.
La única que habló fue Birgitta, la víctima.
-Princesa, ¿qué fue lo que hizo desde que se fue a
dormir hasta que se despertó? Con detalles.
-Bueno, en realidad después de cenar, leí hasta las
doce y media, luego me acosté y dormí profundamente. A las cinco de la
madrugada, escuché un ruido en el pasillo, luego me asomé y no había nada…
-Espere un momento, ¿dice usted que sintió un golpe?
-Si, ¿por qué lo pregunta?
-Solamente, siga
-Bueno. En ese momento, mi marido se despertó y me
preguntó que hacía, yo le respondí. Me acosté, como no me podía dormir, escribí
en la máquina de escribir hasta las seis de la mañana, luego dormí
profundamente hasta las nueve y media. A esa hora me desperté. Mi marido seguía
con los ojos cerrados. Fui hacia el escritorio, y allí me encuentro con que no
estaba mi máquina. Lo desperté a mi esposo y fuimos al coche comedor. Hasta
ahora.
-Muy interesante. ¿Dónde dejó usted su elemento?
-Arriba del escritorio, señora.
-Ah. Necesito hablar con el señor Moreno.
Mi amigo, no tardó en llegar. Hablamos apartados de
los demás pasajeros.
-Entonces vos decís que Michel no fue el que robó la
máquina.
-No lo sé. Puede que sí o puede que no.
-Comprendo. Capaz que fue Pierre
-No lo creo, es un muchacho bueno.
-¿Y los demás pasajeros?
-No. La única solución es investigar pero sin decir
nada a nadie
-Esa va hacer un gran paso
-Así es.
Terminamos de hablar y Moreno se fue. Todos sospechan
de nosotros, pero no es así. Soy la detective más famosa del mundo.
Desayuné y a la una de la tarde, antes de almorzar,
paramos en la estación de “Belgrado”. Bajé para tomar aire. Allí estuve
pensando y reflexionando. De tanto pensar y pensar, vi a una sombra subirse al
último vagón del tren por la ventana. Fui directamente corriendo hacia allí.
Miré y no había absolutamente nada, pero en el suelo se encontraba una peluca
rubia como el pelo de David y una camisa blanca.
Se complicaba más. Pero había dos cosas: o el ladrón
se camuflaba de un pasajero, o era alguien que estaba en cómplice con una
persona.
SWAG MARIE PICKLES